martes, 14 de noviembre de 2017

Kusunoki


A finales del siglo XIII, cuando en Japón se enfrentaba a las invasiones mongolas, la casta y filosofía samurai iba tomando más fuerza, gozaban de prestigio, no solo social, sino reconocido también por emperadores y la nobleza japonesa.

Un arte muy prácticado por estos guerreros fue la poesía, era parte de la tradición, cultura japonesa y de su religión, la rama zen del budismo.
Dicha poesía hacía alusión a la sencillez, a la improvisación, espontaneidad, un arte que te permitía estar en contacto con ese momento presente, describirlo mediante palabras claras, concretas y directas.

Por lo que si un poeta quería describir a un pájaro, tenía que transformarse en pájaro para poder transmitir a los oyentes que tipo de pájaro era, que colores tenía, cómo sentía sus plumas, sus alas, que sensaciones encontraba en él.

Los ritmos de vida actuales son mucho más rápidos que los anteriores, vamos con prisas de un sitio a otro, estamos acostumbrándonos a trabajar bajo mucha presión y a vivir con estrés. Es muy importante cómo gastamos nuestro tiempo, como lo pasamos, porque va a determinar la manera en la que se vayan formando nuestras experiencias, nuestra personalidad, la manera de afrontar las cosas.


A veces necesitamos detener nuestros ritmos de vida, fijarnos en el aquí y ahora y pausar el botón automático. Darnos cuenta de cómo nos encontramos, cómo nos sentimos, que nos transmite nuestro cuerpo, las personas que tenemos a nuestro alrededor, ser conscientes de que tenemos que tomarnos las cosas con calma y aprender a manejar nuestra rutina de una manera más pausada. 

Como los poetas japoneses, sentir y estar en contacto con nuestra vida, no que nuestra vida mantenga el contacto con nosotros de vez en cuando. Estar en contacto con nuestras emociones nos enseña a conocer como reaccionamos ante determinadas situaciones, analizar si nuestra reacción emocional se corresponde con dicha situación y ver si el mensaje que nos transmite la reacción emocional es apropiado. Las prisas no son buenas consejeras y aprender a tomarnos las cosas con otra perspectiva y con cierta distancia emocional nos ayuda a tener nuestras opciones más claras para poder poner soluciones.

"Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí." (Confucio)

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